¡Pro-cras-ti-na-ción!
Esta semana nuestro amigo Germán Retana nos habla sobre la famosa frase «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» Básicamente creemos que mañana tendremos más ganas para hacerlo.
¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos lo tendríamos que haber hecho…?
¡Pro-cras-ti-na-ción!
Al dividir la palabra en sílabas es más fácil su lectura. Término complicado de decir, pero aún lo es más evitar caer en lo que significa: «Mejor dejo para mañana lo que debo hacer hoy.» Postergar acciones, responsabilidades y decisiones importantes sustituyéndolas por otras actividades que agregan poco valor, es un hábito que frena con frecuencia el desarrollo de personas y organizaciones.
La procrastinación consiste en reemplazar una actividad muy importante y necesaria por otra que provee incluso placer, pero que en el fondo constituye una forma de evadir o posponer la primera. Por ejemplo, usted debe trabajar varias horas en un proyecto que requiere mucha concentración y esfuerzo mental, pero decide ponerse a consultar las redes sociales por la satisfacción de sentirse informado, y así el tiempo pasa sin concretar la primera tarea.
¿Por qué sucede? Identifique si usted o su empresa experimentan alguna de estas razones: miedo a fracasar, inseguridad, pereza, y percepción de que la tarea pendiente es difícil, abrumadora o excesivamente desafiante al talento propio. Agreguemos: temor a fracasar y a renunciar a comodidades, esperanza de que obligación será suspendida, ansiedad ante lo desconocido, sensación de riesgo y resistencia al cambio. Incluso, hay quienes tienen un exceso de confianza en su capacidad y creen que en los minutos finales disponibles completarán la tarea. Entre éstos últimos califican personas con cierto masoquismo, pues les gusta sentir la adrenalina del peligro de quedar mal en sus responsabilidades y luego cumplirlas.
En general, cuando se experimentan circunstancias organizacionales o relaciones personales complicadas, su origen puede ser la procrastinación de respuestas y acciones que requerían coraje y atrevimiento. La indecisión suele salir cara, la ambigüedad en el uso del tiempo es fatal sin una brújula que le imprima rumbo al esfuerzo. La baja autoestima, la descalificación personal y la depresión son detonantes de cuidado en esta trampa mental.
¿Cómo prevenir este hábito? Un buen primer paso es reconocer su presencia y no disimular más sus secuelas. En segundo lugar, se pueden adoptar diversas acciones tales como: dividir la tarea en pequeños avances diarios, visualizar cómo será la organización cuando el proyecto o trabajo se haya concluido, introducir recompensas intermedias según progreso, compartir con otras personas la decisión de avanzar y rendirles cuentas, resolver de inmediato las distracciones que evitan concentrarse en lo esencial, hacer de la disciplina un valor no negociable y revitalizar periódicamente los motivos para entrar en acción.
Darle la cara al autoengaño es un acto de valentía, solicitar ayuda profesional cuando ése es excesivo y ha tomado el control del destino organizacional o personal, también lo es. ¿Qué está usted procrastinando y qué hará al respecto?